Diciembre: época de listas y de recuentos. Si bien las listas de libros parten de un criterio meramente subjetivo, también es cierto que esta subjetividad nos ofrece un panorama individual que nos dice por qué un libro debe ser leído o por qué algún libro le podría gustar a los lectores que siguen nuestra página.
En nuestra labor de difusión, escogimos algunos de nuestros libros favoritos publicados este año:
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Oriette D’Angelo | @oriettedangelo ~
Cuaderno de campo de María Sánchez (La Bella Varsovia)
Desde el año 2013 he seguido con atención el trabajo de María Sánchez. Había leído sus textos sueltos publicados en revistas y siempre me había llamado la atención su poesía. Este año publicó su primer libro, Cuaderno de campo, de la mano de La Bella Varsovia. Como mencioné en esta entrevista que le realicé a su autora, Cuaderno de campo es un compendio de manchas y pasajes de infancia. Sánchez se entrega a la escritura y al trabajo que se hace con las manos: «Hay barro donde estaban las gallinas./ Cómo recuerdo sus manos despellejando a la liebre./ Acción:/ acción y delicadeza./ Hasta que no aparecía la primera mancha, no podíamos cantar» (p. 17). Sánchez ejerce un oficio como parte de una herencia familiar: desteje y salva, construye con sus manos y rinde tributos. En Cuaderno de campo está presente el instinto depredador de los hombres. A este instinto, Sánchez le impregna ternura y redención. La mano que trabaja la tierra es también la mano que escribe.
Cuaderno de campo es, sin duda alguna, mi libro favorito de 2017. Celebro esta publicación y celebro a su autora.
El arrecife de las sirenas de Luna Miguel (La Bella Varsovia)
Luna Miguel aborda el tema del cuerpo y de la muerte en todos los poemarios que ha escrito hasta la fecha. El arrecife de las sirenas es un libro que viene a cerrar una trilogía comenzada con La tumba del marinero (2013) y seguida por Los estómagos (2015), donde también se abordan temas como la enfermedad y la visceralidad de la carne que somos y que consumimos. Sin embargo, este libro ofrece un desenlace que celebra la vida como motor. Ulises, su hijo, está en sus páginas impregnando poemas de felicidad, dicha y humanidad. Ahora Luna Miguel es madre y lo muestra con visceralidad y ternura. Esa es una de las grandezas de este libro: no esconde el dolor. Saberse madre es dolerse desde todas las esquinas. Luna Miguel entiende a su cuerpo desde el tacto y ahora es capaz de extender su carnalidad: «la poesía es sangrar sobre esto y sobre aquello,/ tal vez/ derramarse en lo que nadie se derrama porque mira: el mundo sigue abierto» (p. 23). La poesía es sangrar sobre esto y aquello. Luna sangra y escribe. Este libro es una celebración necesaria.
Nieve antigua de María Sotomayor (La Bella Varsovia)
Una de las cosas más emocionantes de 2016 fue haber sido jurado del IX Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena” y haber participado en la elección de este libro como obra ganadora. Tuve una conexión inmediata con Nieve antigua. Está escrito con una conciencia plena del lenguaje. Sus poemas cuentan una historia y mantienen un hilo narrativo que juega con la cohesión y las imágenes viscerales. Se nombra el desierto y el regreso a la vida desde un espacio menos mecánico, menos artificial. Sus versos se escriben desde la tierra y para la tierra, y es precisamente su rasgo territorial lo que lo destaca: «una ciudad entera se ha enterrado en una luz/ de mujeres que se pintan los labios de árbol». La autora se nombra mujer desde un espacio cargado de árboles y frío.
Cuando decidimos que este sería el libro ganador, me alegró mucho saber que pertenecía a María Sotomayor, una poeta a quien conocía a través de las redes sociales, pero que nunca había tenido la oportunidad de leer. Nieve antigua es un libro que desafía todos los espacios. Me hace feliz ser parte de él desde la elección. Aquí lo nombro de nuevo y lo sigo celebrando.
Clavícula de Marta Sanz (Anagrama)
Me ha dolido el pecho todo el día. Decido ignorarlo hasta que busco información sobre lo que siento. Desaparece poco después de leer síntomas y diagnósticos. No sé escribir lo que siento, pero lo siento. Está allí, latente. La información que me ofrece Google me calma. El dolor se apacigua. ¿Nombrarlo será suficiente para que deje de sentirlo? Algo similar ocurre con Clavícula de Marta Sanz.
Desde el código autobiográfico y una narrativa impecable, Sanz intenta responder a sus dolores. Intenta darles nombres y causas: «El dolor muta con el paso de los días. Es un ratoncito que cambia de tamaño y de forma dentro de su jaula. Mis costillas son una jaula de hueso y el dolor es un huevo de jilguero, un despeluchado jilguerito, un jilguero verde, un jilguero que se va quedando sin colorines pero no se acaba de morir» (p. 45). El miedo de Sanz es un pálpito que crece a medida que pasan los días. La autora busca darle forma a su cuerpo a través del registro. Clavícula no es un compendio de respuestas. La autora habla del dolor y de su experiencia colectiva, pero no ofrece ningún tipo de cura. Aquí no hay soluciones mágicas para calmar el grito del cuerpo. Es, más bien, un ejercicio de humanidad desde la compasión de alguien que sabe escuchar el tránsito de la sangre y decide nombrarlo desde el más puro reconocimiento.
Que explote todo de Arelis Uribe (Los Libros de la Mujer Rota)
Supe de la escritora y periodista Arelis Uribe por su libro Quiltras, publicado también por la editorial Los Libros de la Mujer Rota en el año 2016. Este, su segundo libro publicado, reúne varias columnas de la autora publicados en distintos medios. La voz de Uribe es particular y en sus columnas habla sobre feminismo, política y literatura. Al leerla, me sentía profundamente de acuerdo con muchos de los temas que trataba. Textos como Feminista no se nace, se hace y Defensa del lenguaje inclusivo resultaron reveladores para mí. Uribe escribe con el verbo afilado de quien sabe hacerse escuchar.
Este es un libro crucial, especialmente en el año 2017 donde el movimiento feminista lideró más de un titular y el movimiento #MeToo alcanzó a mujeres de todas partes del mundo. En Defensa del lenguaje inclusivo, por ejemplo, la autora afirma que «Cuando se vive en el privilegio es difícil reconocer y validar las reivindicaciones del resto» (p. 35). Este es un libro que busca precisamente nombrar «al resto». Darle un lugar para que no olvidemos que existe. Las columnas de Arelis Uribes quieren nombrar al «otro» para que deje de ser «otro», para que no sea ajeno a una lucha de millones de personas que cada día ponen cuerpo y voz para seguir nombrando.
Experiencia Butoh de Daniela Camacho (Amargord)
Butoh es el nombre que se utiliza para referirse a una técnica de danza creada en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata. Al buscar información sobre lo que significa esta técnica, me encuentro con las palabras cuerpo y guerra. Butoh es, entonces, un estilo de danza que busca el reconocimiento de un nuevo cuerpo. Esta búsqueda pasa por distintos confines y tiene como propósito tratar de entender al cuerpo desde la postguerra.
Daniela Camacho habla en este libro de su propia «experiencia Butoh». En él convive un paisaje armónico entre los espacios del cuerpo, el baile y la conquista de lo trascendental: «Escucha:/ la derrota es un comienzo» (p. 13). Daniela Camacho escribe el movimiento desde el movimiento. Sus versos nacen desde lo invisible y lo visible, desde el aire que rodea al cuerpo a través de esta danza nacida a partir de una experiencia que desgarra: «Ahora, cada noche, hay una presencia animal que se une a mi respiración en la pesadilla. Cuando despierto me deslizo con el torso cerca de la tierra hacia la luz solar» (p. 23).
Un hecho sirve para nombrarlo: los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Sobre esto, Camacho escribe: «Ningún muerto es un extraño entre nosotros» (p. 28). Un muerto son todos los muertos. La poesía compactada en Experiencia Butoh busca rendir cuenta de ello: un muerto son todos los muertos. La danza es un símbolo espectral de parte de quienes quedaron para alcanzar las voces de quienes ya no están. Es un rito de paz para afrontar la guerra. Este libro rinde cuenta de ello desde un lenguaje impecable y el ritmo siempre característico de su autora.
Casa de viaje de Deisa Tremarias (Fundarte)
Cuando supe que el libro Casa de viaje de Deisa Tremarias había obtenido el Premio Nacional “Stefania Mosca”, sabía que estábamos ante un libro de inmenso valor. Más allá de haber sido reconocido por un premio, conocía a su autora desde los espacios sinceros de la literatura. Tremarias es una persona que trabaja incansablemente todos los días no solo para lograr lo justo desde todos los espacios, sino por y para la poesía.
Los poemas de Casa de viaje buscan recuperar la memoria a través de los cimientos de un hogar todavía en construcción. La guerra y la comida que no sobra tienen un espacio fundamental en la poética de Tremarias. En este libro, el miedo no solo es interno: es una lucha constante hacia las acciones del otro. Migrar, cambiar de sitio. Perderse y conseguirse en el viaje llevando la casa a cuestas. Una casa que todavía no tiene nombre, pero que se bifurca a través de distintos lazos y manchas de sangre esparcidas por el mundo: «Decidiste correr feroz sobre la tierra en la que hundiste tu sangre. Correr lo que ya te grita y te da nombre. La tierra donde están sembrados tus padres te llama» (p. 16). Tremarias nombra una casa que son todas sus casas. Sus poemas llevan a cuestas una herencia que promete dejar estragos y lugares por conocer, lugares que incluso han existido en su memoria y que ya no son más que un eco apilado en su garganta.
Los Palos Grandes de Carlos Egaña (Dcir Ediciones)
Leí a Carlos Egaña por primera vez cuando obtuvo el primer premio del concurso “Letras de Libertad” de Un Mundo Sin Mordaza. En ese momento supe que estaba ante una voz particular. Luego, los espacios compartidos de Internet me llevaron a leer sus artículos de opinión, algunos de los cuales no son complacientes con las opiniones de la mayoría, incluyéndome. Sin embargo, eso es precisamente lo que caracteriza a Carlos Egaña: su necesidad por transgredir y ser real desde todos los espacios que se proponga alcanzar. Los Palos Grandes, su primer libro publicado, también busca transgredir desde un verso pulcro y afilado. Los poemas que componen el libro están cuidadosamente trabajados. No hay nada que falte, ni que sobre.
Los Palos Grandes es un libro para nombrar a una generación. Egaña se propone nombrar al desencanto y lo consigue desde una Caracas que avista ausente, llena de personas que están por irse y fantasmas de otras que ya se fueron. Egaña nombra desde el estruendo de la música y desde los silencios incómodos. Eso es precisamente lo que más me gusta del libro: Egaña teje y desteje las consecuencias de vivir en una ciudad de excesos que ahora gime desde la ausencia: «Sí, debe ser fino el jazz que indique la entrada/ al averno./ Una suerte de recompensa, digamos,/ para quien sucumbió ante el silencio/ de una ciudad hecha en vano» (p. 44).
Tipos raros de Joel Bracho Ghersi (Sagitario Ediciones)
Este libro está compuesto por 15 relatos breves, cada uno con el nombre de un “tipo raro”. Tal como indica su nombre, es un libro donde se habla de las rarezas desde lo íntimo, desde el mundo interior de 15 personajes que viven desde la contemplación. Hay cierta sutileza a la hora de exponer sus peculiaridades: hay miedos, secretos, formas de mirar. Son “rarezas” íntimas, fascinantes. Miguel Gomes afirma en el prólogo que los personajes del libro “esgrimen un obstinado compromiso con el intimismo y la contemplación, como si entre todos ellos se urdiera, de la manera más introvertida posible, un complot sutil”. En cada uno de ellos hay un oficio solitario, una forma de ejercer la soledad. Tipos raros es, además, el primer libro del venezolano Joel Bracho Ghersi, quien está residenciado en Panamá desde el año 2013.
A través de este enlace pueden leer dos de los relatos que conforman al libro.
Chocar con algo de Erika Martínez (Pre-textos)
La vida está hecha de preguntas. La poesía está allí para intentar responder, para indagar sobre los cimientos de nuestra realidad y materializar aquello que todavía no se puede nombrar desde la carnalidad. Algo similar es lo que intenta hacer Erika Martínez en su libro Chocar con algo: «¿Cuánto cuerpo tendría que perder para dejar de ser yo?» (p. 14). Este es un libro que indaga sobre el hecho de vivir utilizando el pasaje filosófico y las preguntas retóricas. La autora se nombra desde el nacimiento y va tejiendo un hilo conductor que la ayuda a identificarse como mujer y como cuerpo en construcción: «Escribir da tanto miedo como hundir el tenedor en algo que te sostiene la mirada» (p. 17). Nombrar da miedo. Entenderse desde los confines de la seguridad, asusta. Martínez desafía esa «seguridad» prestablecida y nombra a las cosas desde otro espacio, espacio donde la duda plantea nuevas formas de entender lo mismo, nuevas formas para reivindicar un espacio que se cree conquistado.
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Maikel Ramírez | @Maikelalexander ~
Iconomaquia: imágenes de guerra de Jorge Fernández Gonzalo (Páginas de Espuma)
Sé de un copioso número de metáforas bélicas que, por paradójico que suene, sirven a diario para expresar el amor (‘conquistamos’, ‘nos rendimos’, ‘luchamos’, etc). En esta línea, aunque con elaboraciones de lenguaje más complejas, también los escritores metaforizan el amor como una guerra. En fin, conceptualizamos el amor usando el campo bélico. Una posible razón es que este último existió antes que el amor. El ensayo del español Jorge Fernández Gonzalo es igual de revelador: la paz solo puede ser expresada a través de imágenes de guerra y, además, no se opone a ella, sino que representa un interregno entre su presencia y su ausencia. Escribe Baricco, en su Ilíada moderna, que, aunque nos cuesta mucho reconocerlo, nos fascina la guerra. El ensayo de Fernández Gonzalo nos ayuda a entender esto. Iconomaquia, ganador del premio VIII Málaga de ensayo, se une a Filosofía zombi y Guía perversa del viajero del tiempo para dejar claro que Fernández Gonzalo es un pensador que debemos leer.
Los días de la peste de Edmundo Paz Soldán (Malpaso)
En su influyente ensayo Vigilar y castigar, Foucault concluyó que la sociedad entera era disciplinada a la forma de una cárcel, donde el panóptico se ocupaba de disciplinar los cuerpos. En su nueva novela, el boliviano Paz Soldán concibe una cárcel, La casona, como una representación del cuerpo social a una escala diminuta. La enfermedad, por supuesto, es una metáfora que corresponde al estado de dicho cuerpo. Para convencernos de la autonomía de este microcosmos, Paz Soldán usa con notable acierto a múltiples personajes como puntos focales. El resultado es una remarcable novela de un escritor que sabe radiografiar los diversos entresijos de la política, como lo hemos constatado en Iris, El delirio de Turing, La materia del deseo y Palacio quemado.
La uruguaya de Pedro Mairal (Emecé)
A día de hoy, pocas dudas me quedan de que el escritor argentino Pedro Mairal tiene un espíritu beat. La novela Una noche con Sabrina Love y el cuento Hoy temprano prueban ser un par de historias inolvidables de la carretera, al igual que, a no dudarlo, resulta ser su más reciente novela. Por la misma razón, Mairal luce magistral en la creación de personajes tan salvajes como tiernos, y cuando acomete sin sobresaltos el desarrollo de ellos. Además, La uruguaya prueba que el escritor argentino sabe firmar pasajes de los más desternillantes.
Planetas invisibles de Ken Liu (Runas)
Desde su nacimiento, la ciencia ficción goza de buena salud allí donde la ciencia y la tecnología se robustecen. Por tanto, no es extraño que en la China del “sueño” del presidente Xi Jinping surjan obras como El problema de los tres cuerpos, del magnífico Liu Cixin. Planetas invisibles es una compilación de cuentos de ciencia ficción china contemporánea, hecha bajo el amplio criterio del escritor norteamericano Ken Liu. Hace poco, circuló la noticia de una aplicación que el Estado comunista Chino impondrá para categorizar a la ciudadanía. Sugiero, por tanto, leer varias distopías contenidas en el libro, aun cuando no remitan directamente al contexto Chino, sino, antes, a las proyecciones universales del género. Por lo demás, debe prestarse atención a los luminosos ensayos que Liu anexa.
Querida Iljeawele: cómo educar en el feminismo, de Chimamanda Ngozi Adichie (Literatura Random House)
Raras veces los títulos de una obra literaria coinciden con el contenido, algo que en este ensayo se cumple con rigor: es educativo, o, para decirlo de forma más simple, de la manera más pedagógica posible la escritora nigeriana ofrece una serie de lecciones sobre un feminismo, cabe subrayar, contemporáneo. Por otra parte, estas lecciones casan bien con el género epistolar y la intimidad que produce entre escritor y lectores.
Intrusos de Jacobo Villalobos (FUNDAVAG)
Una asociación literaria que no pude evitar al leer este libro es la del cuento The enormous radio, del escritor John Cheever. Acá, la apacible vida de una pareja sufre trastornos desde que la mujer escucha por la radio lo que sucede en los otros apartamentos. Ganador del premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria 2017, Intrusos, segundo libro de cuentos de Jacobo Villalobos, contiene historias sobre presencias que rasgan las relaciones intersubjetivas de sus personajes, presencias extrañas, en ocasiones rayanas con lo siniestro.
El odio a la poesía de Ben Lerner (Alpha Decay)
La imposibilidad de la poesía de aprehenderlo todo, apenas constreñida a poemas, y su imposibilidad de propiciar transformaciones sociales son las dos caras del mismo problema que estimulan las reflexiones del escritor Ben Lerner. Se trata, ya se ve, de disertaciones que ocuparon a los mismísimos griegos, cuyo caso más recordado e infame es el de la expulsión del poeta de la República concebida por Platón. En estas páginas, sin embargo, encontraremos que el odio ha sido un vigoroso acicate en el que poco se repara.
La expulsión de lo distinto de Byung-Chul Han (Herder)
En la línea de algunos de sus ensayos anteriores, entre ellos La sociedad del cansancio, Topología de la violencia y La salvación de lo bello, el filósofo surcoreano arguye que nuestra sociedad de máximo rendimiento se afana en homogeneizarlo todo. Vivimos en la sociedad del ‘like’, de una positivización que es igual de violenta. La hipercomunicación no informa, no somos hospitalarios con el otro emigrante, viajamos pero no experimentamos nada, no hacemos comunidad cuando participamos en redes sociales, lo terso y pulido del arte alejan lo traumático y, por tanto, no produce reflexión. En suma, se expulsa toda la negatividad del otro, lo distinto.
Creer y destruir: los intelectuales en la máquina de guerra de las SS de Christian Ingrao (Acantilado)
Quienes, como el sociólogo Zygmunt Bauman, sostienen que el holocausto fue un evento racional hasta el exceso encontrarán en este ensayo uno de sus mejores aliados, visto que Ingrao explora la participación clave de los intelectuales en toda la guerra desatada por los nazis en Europa. Leemos la formación de la ideología que une a toda una generación que creció tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Ingrao nos muestra que, incluso, una destrucción de tales proporciones requiere del intelecto humano.
Mi vida en rojo Kubrick de Simon Roy (Alpha Decay)
Creo que dos son las imágenes cinematográficas más poderosas de mi niñez: E.T surcando la luna y la cara de Jack Nicholson asomado por la puerta destrozada en el clásico filme de terror de Stanley Kubrick El resplandor. Esto último se lo debo a un tío que tenía (creo que aún lo conserva) el filme en formato betamax. Este fascinante libro relata la obsesión de Roy por un filme que lo conecta con un crimen ocurrido en su pasado familiar. Roy sabe cruzar la crónica, la crítica fílmica y el relato. Su obsesión, no descuidemos, es también la de Kubrick y, supongo, es también la de nosotros los lectores.
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Andrea Paola Hernández | @andreapaolahg ~
Amanecimos sobre la palabra (Team Poetero Ediciones)
Me parece que esta antología es un trabajo asombroso y único dentro de la poesía venezolana. El arduo trabajo de la antologista que, aunque armó el libro tan solo en unos meses, es realmente la muestra final de años de lectura, de búsqueda y estimulación de voces noveles que encontraron en la web un espacio para darse a conocer. Es un libro que rompe con todos los precedentes de la poesía venezolana, que celebra lo digital, lo millennial, lo nuevo y lo desconocido, además de ser una fotografía interesante de la movida literaria contemporánea de Venezuela. Por primera vez se edita una antología de voces desconocidas que a través de las redes y publicaciones independientes se han recargado de poder.
Casa de viaje de Deisa Tremarias (Fundarte)
La voz poética de Deisa Tremarias es una de las más poderosas dentro de la poesía venezolana. Este libro en particular es completamente cinematográfico. Es un libro en el que la analogía del hilar teje la genealogía de un régimen del que no se puede huir, de ese que hace que por dentro la vida siempre huela a sangre. La muerte siempre persigue a quien relata los versos. Inevitablemente, la vida forma parte de esta dicotomía: la única batalla siempre es seguir, la resistencia es vivir y seguir dando vida. Nombrar la pérdida y tratar de construir el todo.
Estatua de sal de Cristina Gutiérrez Leal (Dcir Ediciones)
Incluyo este libro en mi lista por varias razones. Primero, por la potencia avasallante de la voz de Cristina Gutiérrez Leal, que representa también el poder que tienen las voces poéticas de quienes nacieron en el occidente del país. El padecimiento de Cristina, que afirma tener nombre de mujer muriendo y hombre en la cruz, se siente en cada palabra que escribe. El padecimiento de ser la costa, el padecimiento de no serla, el dolor de estar, el dolor de no estar, el dolor como mecanismo de purificación cristiano y el dolor de tener que doler. Este libro huele a sal y arena, y pesa tanto como ropa mojada en la playa.
Los días arqueados de Luis Eduardo Barraza (El Estilete)
Incluyo este libro en mi lista porque es un delicioso juego con el lenguaje, por esa maravillosa forma de hilar las identidades de los “personajes” que conforman el libro a través de la reordenación y resignificación de cada letra y cada palabra y por la lentitud de la cotidianidad de un porche soleado.
Tiempo Añil de Karla Castro (Oscar Todtmann Editores)
Incluyo este libro en mi lista por la reivindicación de lo frágil y la fuerza que requiere el hecho de quebrarse. La simbología explorada a través del azul y la psicología del color le da al libro un tono sereno y profundo, en el que la autora pareciera buscarse y rebuscarse entre sus versos. Castro tantea pasajes de su infancia para nombrar una memoria deshecha a través de los años: «Todo nacimiento es un abandono» (p. 18). Así, configura un abandono hecho poema. Se habla de la angustia no solo para recordar que existe, sino para construir un cuerpo que no renuncie ante la fragilidad de su palabra.
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